Por: Niky Pauli
Hagamos memoria…
Es posible que hoy resulte difícil de creer, pero hubo una época en la que el Gran Premio de Estados Unidos era tan famoso y reconocido que no había sólo uno, sino hasta tres por año (1982). Sin embargo, con el paso del tiempo algo sucedió –versiones podemos crear muchas- pero cuando en 1991 la categoría llegó a Phoenix, el diario Arizona Republic escribió: “En una funeraria ubicada en el centro de la ciudad, un hombre que yacía en su féretro de pronto despertó y preguntó qué ocurría. Le dijeron que el Gran Premio de Estados Unidos. Decidió volver a su eterno descanso en el cajón”.
[youtube=http://www.youtube.com/watch?v=q7v9St1pxuI&feature=plcp]
La relación entre la Fórmula 1 y Estados Unidos comenzó, precisamente el año en que se creó la categoría: 1950. Con la participación en las más famosas 500 Millas, en Indianápolis, se pretendía dar un carácter más internacional a un campeonato que estaba más bien reservado a los circuitos europeos.
A finales de aquella década la Fórmula 1 descubrió Sebring, un trazado mixto permanente ubicado en Florida en el que Bruce McLaren obtuvo su primera victoria (1959) y en el que el australiano Jack Brabham se convirtió en campeón mundial luego de quedarse sin combustible y empujar su auto los últimos 800 metros de carrera para cruzar la meta y sumar puntos.
Un año después el circo de la velocidad optó por Riverside y sin razón aparente aquella carrera fue presentación y despedida del circuito, pese a que el nivel de organización de la prueba fue un éxito si hacemos caso a los reportes de la época.
Tan sólo un año después, la Fórmula 1 se trasladó a Watkins Glen, un sitio que inmediatamente cautivó a muchos pilotos y que marcó historia en la vida de varios de ellos. Sobre su asfalto, el británico Innes Ireland (1961) obtuvo su único triunfo en un Grand Prix, debutó el brasilero Emerson Fittipaldi en lo más alto del podio (1970) y la temporada siguiente significó la victoria para “el Príncipe” François Cevert, que moriría allí, tan sólo dos años después, convirtiéndose en la triste antesala del retiro activo del tres veces campeón mundial, Jackie Stewart, su compañero de escudería.
Money, money, money…
Así, el Circo rodaba de una ciudad a otra empujado por la pasión, pero también –por qué negarlo-, por el dinero. Hoy suena a poco (¡muy poco para la F1 actual!) pero los USD 50.000 que recibía el ganador de la F1 en Estados Unidos eran un incentivo más que atractivo.
No mucho después entró en escena Chris Pook, un inglés trotamundos que vio en el puerto de Long Beach un nuevo Mónaco. Trabajó en su idea y en 1975 presentó una carrera de F-5000 con mucho éxito. Atrajo a la Fórmula 1 y en 1976 Estados Unidos comenzó a tener dos Grandes Premios, uno en la costa Este y el otro, en la Oeste.
Apenas un año mas tarde, n 1977, Long Beach recibió el sello de aprobación definitivo por parte del publico estadounidense cuando Mario Andretti se alzó con el triunfo. Eso, sumado al dinero que generaba la carrera, hizo que la prueba se volviera más y más reconocida. Entonces, según se cuenta, Bernie Ecclestone, el jefe supremo de la Fórmula 1, cometió un error: Presionó a Pook para que le diera más dinero y Pook reaccionó haciéndose amigo de la Fórmula Indy, dejando a la Fórmula 1 sin su carrera.
Vida de peregrinos
De allí en más la Fórmula 1 volvió a peregrinar por distintas pistas estadounidenses.
En 1981 y 1982 corrieron en Las Vegas, una ciudad en el medio del desierto no tan lista como pudiera estar hoy para recibir a la F1. La gente, poco acostumbrada a ver carreras en estacionamientos cerrados, tampoco le prestó mucha atención.
En 1982 la F1 corrió por primera vez en Detroit, un trazado que generaba emociones encontradas en los pilotos: Unos lo amaban y otros lo odiaban. Para el público el asunto estaba claro: Acostumbrados a carreras de NASCAR e Indy que rondaban las 200 mph, una competencia de 85 mph promedio no les movía el entusiasmo ni un milímetro y poco a poco dejaron de ir a la pista.
Por otra parte, tras un muy poco exitoso año con Alfa Romeo (1981) Mario Andretti se retiró de la F1 y aunque regresó por dos carreras en 1982, para buena parte del público que lo seguía en Estados Unidos, dejó de existir una razón para asistir a la F1. Cierto es que seguía en pista su compatriota Eddie Cheever, pero igualmente cierto es que su nombre no arrastraba público a los circuitos como el de Andretti, campeón mundial de 1978.
En 1984 la Fórmula 1 aterrizó en Dallas y se programó la carrera a una hora ridícula. Aunque algunos personajes de la famosa serie televisiva “Dallas” aparecieron por la pista para animar al público, el que más aplausos se llevó fue el piloto francés Jacques Laffite que se presentó a la carrera en pijama para protestar por el horario. Decepcionados, regresaron a Detroit los años posteriores, pero nuevamente Indy apareció por el horizonte con la idea de hacer una carrera en Belle Isle (Detroit). Hasta allí llegó la presencia de la Fórmula 1.
Ecclestone optó entonces por Phoenix una pista cuyo único momento emocionante fue un paso de Jean Alesi a Ayrton Senna en 1989. Al final, un contrato de cinco años se redujo a tres y el Circus de la velocidad se fue con sus motores a otros puntos del planeta.
Nuevos hogares a la medida
Debieron pasar casi 10 años para que la categoría reina volviera a Estados Unidos. En septiembre de 2000, de la mano de Tony George, la Fórmula 1 encontró un nuevo hogar: Indianápolis. Ya no, como parte de la Indy 500 en los años ’50, sino con su propio circuito mixto permanente, creado especialmente para recibirlos.
Se dice que en aquella carrera de 2000 hubo en Indianápolis unas 225 mil personas en las gradas. El ambiente respiraba aires de promesa. Parecía que las cosas estaban bien encaminadas…
Hay quien me ha dicho que la carrera nunca atrajo suficiente público. Supongo que si se compara con la Indy 500 o con el evento de NASCAR, pudiera ser cierto. Pero en lo personal, en los primeros cinco anios, no vi gradas vacías. Al menos no, hasta después de la debacle de 2005 en la que sólo arrancaron las tres escuderías con llantas Bridgestone y en la que se retiraron el resto de los equipos “calzados” con Michelin.
No pasó mucho tiempo antes de que comenzaran los rumores de que la carrera no era financieramente viable. Y quizás algo de eso hubo y Mister Geroge y Mister Ecclestone no lograron un acuerdo… Un par de carreras más en Indy y adiós. La F1 se iba –una vez más- de Estados Unidos.
Volver ¿para quedarse?
Por supuesto, siendo el negocio global que es, la F1 no puede darse el lujo de permanecer fuera de uno de los mercados automotrices más grandes del mundo. Los intereses en juego son demasiados.
Ecclestone siempre tuvo la intención de hacer una carrera con vista panorámica hacia Manhattan, en Nueva York, pero se le dio primero el negocio con Austin a donde llega la F1 este fin de semana para debutar en el Circuito de las Américas (COTA). La idea es que New Jersey se sume, quizás, en un par de años más.
Se trata de una pista construida por el Grupo Tilke, que aprovecha las ondulaciones naturales del terreno para crear un trazado que en papel y en simuladores –hay que decirlo- luce muy bien. Desafiante, con zonas para adelantamientos y con una secuencia de rectas, curvas y contracurvas que pondrá a trabajar a pilotos e ingenieros.
Su ubicación geográfica debería ayudar a atraer público de Canadá y de Latinoamérica, particularmente de M’exico, donde la afición continua creciendo gracias a la presencia en la F1 de “Checo” Pérez. Resta por ver si ocurrirá lo mismo con el público estadounidense. Esta vez, ¿será un buen y rentable negocio? ¿Enganchará a la afición local?
¿Mis dos centavos en esta historia? No creo que ocurra hasta que Estados Unidos no tenga un piloto en la F1. Pero no uno cualquiera. Uno que pueda ganar, que tenga el talento y las herramientas para triunfar. No espero otro Mario Andretti. Ese es irrepetible…
Y la F1 lo sabe. Ya suena la idea de categorías “semillero” y se habla de Alexander Rossi y Connor Daly…
¿Ustedes que dicen? ¿Se queda esta vez la F1 en Estados Unidos?
De momento,¡ a disfrutar del Circuito de las Américas!
Deja una respuesta